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El buen pastor Jn 10,11-18 (PAB4-24)

 PASTOR  

 “No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hech 4,12). Los miembros del Sanedrín sabían de sobra que el nombre de Jesús significa “Dios salva”. Pedro les anuncia que Juan y él habían curado al paralítico, precisamente en el nombre de Jesús de Nazaret.   

Jesús podía ser comparado con la piedra desechada por los constructores. Pero, por voluntad del Padre, se había convertido en la piedra angular de un nuevo edificio (Sal 117). Esa era la verdad que tenían que aceptar los judíos. Y esa es la noticia que todavía hoy escandaliza a nuestro mundo.  

Como escandaliza el testimonio de los creyentes que se muestran convencidos de que el amor del Padre celestial los ha convertido en hijos de Dios (1 Jn 3,1-2).

TRES ACTORES DE UN DRAMA

En el domingo cuarto de Pascua todos los años evocamos la alegoría evangélica que nos presenta a Jesús como el verdadero Pastor de su rebaño. En sus palabras aparecen tres actores que han de ser tenidos en cuenta también en nuestro tiempo: 

• Jesús menciona al lobo que ataca a los rebaños, dispersa a las ovejas y las mata. Este texto evangélico debía de impresionar a los miembros de las primeras comunidades cristianas. También ellas eran y son divididas y dispersadas por quienes buscan sus propios intereses,

• Además, aun dentro de las comunidades había y hay todavía responsables que se comportan como asalariados. No procuran guiar y defender a los fieles. Al contrario, los desorientan y hasta los abandonan en los momentos de crisis o de persecución. 

• El pastor verdadero se interesaba y se interesa por sus ovejas. Les entrega su vida y está dispuesto a morir por ellas. Además, sale en busca de otras ovejas que no pertenecen a su rebaño o le han sido arrebatadas. Y sigue el mandato del Señor para atraerlas a la comunidad. 

LA REVELACIÓN DEL PASTOR

Esta alegoría evangélica contiene una de las revelaciones más importantes sobre Jesús: sobre su identidad y sobre su misión: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.  

• “Yo soy el buen Pastor”. Esta imagen evocaba la historia de Israel. Dios se había manifestado muchas veces como el pastor de su pueblo y como tal era invocado. La comunidad cristiana habría de ver en esa imagen la entrega de Jesús a todos los necesitados.

• “Conozco a mis ovejas y las mías me conocen”.  Dios conocía a su pueblo y sus gentes no podían confundirlo con los ídolos de los paganos. Jesús conocía a sus discípulos y nos conoce a nosotros. Tenemos que tratar de conocer quién es él y qué hace por nosotros.  

• “Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.  La relación existente entre el Padre y Jesús no es una verdad abstracta e indiferente. También hoy ha de ser el modelo y la pauta para la espiritualidad y la vivencia de la fe entre los miembros de la comunidad cristiana.

Pastor que da su vida por sus ovejas Jn 10,11-18 (PAB4-24)

 Marco: Los capítulos 9 y 10 tienen un tema central importante: Jesús es la luz del mundo. En el capítulo 10 Jesús se revela como el Buen Pastor que acoge, cuida, conduce a la vida a sus discípulos y les entrega su misma vida. Pero en ese ciego de nacimiento curado estamos representados todos los creyentes. Por eso Juan quiere que el lector y oyente de todos los tiempos se sienta identificado con el ciego y entre en la acción que le presenta en su relato. Y, por tanto, vivan en la seguridad de que tienen un Buen Pastor que expone la propia vida por los suyos. Así es Jesús, Luz del mundo.

Reflexiones: 

1ª) La señal del Buen Pastor: donación de la vida.

Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por las ove-jas...Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. El adjetivo utilizado por el evangelista para calificar al Pastor no indica solamente su bondad personal, sino también y especialmente califica su misión. Jesús se presenta como el único Pastor genuino, auténtico, digno de fiar. Y eso es lo importante en el momento en que habla Jesús y en el que escribe el evangelista: muchos se presentaron con la pretensión de ser los salvadores (celotas, entre otros). Pero ninguno llevaba la marca de la autenticidad, no fueron de fiar y llevaron al pueblo a la destrucción (destrucción de Jerusalén en el año 70). Jesús es el único salvador. Y está dispuesto a llevar su misión hasta el final y así lo realiza: hasta el don generoso de la propia vida. Para ello el evangelista lo contrasta con el mercenario que está más pendiente del sueldo que del bienestar de las ovejas. El evangelista piensa también en los pastores de su Iglesia. Y para ellos escribe indicando: mirad al verdadero Pastor y sacad vuestras consecuencias. Una severa advertencia. Jesús entrega la vida libremente, nadie se la arrebata violentamente. Una bella interpretación de la muerte de Jesús: nadie tiene amor más grande que el que entrega su vida por sus amigos.

2ª) El Buen Pastor trata personalmente con los suyos.

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. En la Ultima Cena (Jn 15,12-15) Jesús realizará -según el evangelista Juan- una de las revelaciones más consoladoras: vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Con esta revelación introdujo en la historia una nueva relación de los hombres con Dios, elevándolos a la categoría de amigos. Pero es necesario escuchar de sus labios el por qué: porque os he revelado todos los secretos que he recibido de Dios. El trato auténtico entre los amigos radica ahí. Pitágoras afirmaba: entre los amigos todo se tiene en común. Un trato interpersonal de auténtica amistad. Jesús conoce a los hombres (especialmente a sus discípulos) con sus nombres propios. Recuérdese que en el Oriente la imagen del Pastor está relacionada con los gobernantes, los dirigentes espirituales y los maestros que enseñaban al pueblo. Jesús introdujo una radical novedad: su gobierno y su enseñanza se imparte y se recibe en un clima de total amistad y apertura.

3ª) ¡Jesús rompe fronteras: Pastor universal!

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Jesús, Buen Pastor, ofrece a la humanidad la posibilidad real de constituir una sola gran familia, que era el proyecto original del Dios Creador. Una gran familia en comu-nión interpersonal de vida con la experiencia de la felicidad (este es el sentido original del relato del paraíso teológicamente considerado, porque nos hizo a imagen y semejanza de la comunidad que existía entre ellos). El relato popular de la torre de Babel trata de explicar la situación de enfrentamiento y división que existe entre los pueblos de la tierra. El Buen Pastor tiene como misión de reconstruir sobre nuevo cimiento la unidad de la familia humana: esa unidad se construye en círculos cada vez más amplios pero que comienza en la familia entendida como comunidad de vida y de amor y culmina en la reconciliación de toda la humanidad y de toda la creación. La Iglesia tiene la misión de ser en el mundo sacramento de salvación, de reconciliación y de comunión entre todos los hombres (cap. 17).

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/21-4-2024/comentario-biblico/gerardo-sanchez-mielgo/

Elegidos y enviados Lc 24,35-48 (PAB3-24)

 “Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos de ello” (Hech 3,15). Tras la curación del paralítico junto a la Puerta Hermosa del Templo, así interpela Pedro a la gente que se ha reunido para constatar aquel portento.  

• El Apóstol declara que la curación no se debe a él y a Juan, sino a la fe en el nombre de Jesús que les mueve.  

• Además, denuncia proféticamente la ceguera de su pueblo, que ha renegado del Santo y del Justo, al tiempo que les anuncia que Dios ha resucitado a Jesús.

• Sin embargo, Pedro tiene la grandeza de disculpar a los que condenaron a Jesús por ignorancia, y los exhorta a arrepentirse y convertirse.      

• Además, el Apóstol asume y proclama el papel de testigos del Mesías que corresponde a los discípulos que han convivido con Él.  

Con el salmo responsorial, pedimos al Señor que brille sobre nosotros la luz de su rostro (Sal 4). Que también nosotros guardemos la palabra del Señor y cumplamos sus mandamientos, como nos pide la segunda lectura (1Jn 2,1-5). 

TRES CONTRASTES

El evangelio de este domingo tercero de Pascua nos sitúa en el momento en que los dos discípulos que se habían alejado hasta Emaús se encuentran de nuevo con sus hermanos que habían quedado en Jerusalén (Lc 24,35-48). 

Unos y otros se apresuran a dar cuenta de su respectivo encuentro con Jesús. Pero de pronto se les muestra el Resucitado con un mensaje cargado de fuertes contrastes:

•  Por una parte les ofrece y desea el don de la paz, pero al mismo tiempo les reprende por las dudas a las que se aferran y por sus dificultades para creer.

• Además, se presta a comer con ellos para demostrarles que es el mismo que han seguido por los caminos, pero les advierte que era necesario que se cumplieran las Escrituras.

• Jesús recuerda el pasado reciente de su muerte y resurrección, pero orienta al futuro la mirada de sus discípulos para que prediquen la conversión a todos los pueblos. 

SER TESTIGOS

Al leer que Jesús resucitado se muestra a sus discípulos, nos preguntamos qué misión les confía. ¿Cuál ha de ser el contenido de su predicación? ¿Qué instituciones habrán de crear para apoyarla? ¿Con qué títulos tendrán que adornarse para hacerse respetar? Pues bien, Jesús solamente les invita a considerar lo que ellos son y lo que han de hacer.

• “Vosotros sois testigos de esto”. Habrán de recordar fielmente el pasado y los días en que han convivido con su Maestro.

• “Vosotros sois testigos de esto”. Tendrán que reconocer que lo han abandonado en Getsemaní, pero han recibido su paz y su perdón.

• “Vosotros sois testigos de esto”. No deberán olvidar que con sus palabras y con sus obras han de comunicar a las gentes el gozoso mensaje de su Maestro      

Una nueva experiencia con el Resucitado Lc 24,35-48 (PAB3-24)

1. La lectura del texto lucano quiere enlazar, a su manera, con el del domingo pasado (el evangelio de Tomás), ya que todo el capítulo lucano es una pedagogía de las experiencias decisivas de la presencia del Viviente, Jesús el crucificado, en la comunidad. El que se mencione en esta escena el reconocimiento que hicieron los discípulos de Emaús al partir el pan, viene a ser una introducción sugerente para dar a entender que el resucitado se «presenta» en momentos determinados entre los suyos con una fuerza irresistible. El relato de hoy es difícil, porque en él se trabaja con elementos dialécticos: Jesús no es un fantasma, enseña sus heridas, come con ellos... pero no se puede tocar como una imagen; pasa a través de las puertas cerradas. Hay una apologética de la resurrección de Jesús: el resucitado es la misma persona, pero no tiene la misma “corporeidad”. La resurrección no es una “idea” o un invento de los suyos.

2. Esta forma semiótica, simbólica, de presentar las cosas, pretende afirmar una realidad profunda: el Señor está vivo; las experiencias que tiene con los discípulos (aunque exageradas por la polémica apologética de que los cristianos habían inventado todo esto) les fascina, pero no para concebirlas en términos de fantasía sobre la resurrección, sino para convencerles que ahora les toca a ellos proseguir su causa, anunciar la salvación y el perdón de los pecados. Creer en la resurrección de Jesús sin estas consecuencias sería como creer en cosas de espíritus. Pero no se trata de eso, sino de creer en la realidad profunda de que el crucificado está vivo, y ahora les envía a salvar a todos los hombres.

3. No podemos olvidar que las apariciones pertenecen al mundo de lo divino, no al de las realidades terrestres. Por lo mismo, la presentación de un relato tan “empirista” como este de Lucas requiere una verdadera interpretación. Lo divino, es verdad, puede acomodarse a las exigencias de la “corporeidad” histórica, y así lo experimentan los discípulos. Pero eso no significa que, de nuevo, el resucitado da un salto a esta vida o a esta historia. Si fuera así no podíamos estar hablando de “resurrección”, porque eso sería como traspasar los límites de la “carne y de la sangre”, que no pueden heredar el reino de Dios (cf 1Cor 15,50). Los hombres podemos aplicarle a lo divino nuestras preconcepciones antropológicas. Está claro que tuvieron experiencias reales, pero el resucitado no ha vuelto a la corporeidad de esta vida para ser visto por los suyos. El texto tiene mucho cuidado de decir que Jesús es el mismo, pero su vida tiene otra corporeidad; no la de un fantasma, sino la de quien está por encima de la “carne y la sangre”.

4. Hoy está planteado en el evangelio la realidad y el sentido de las apariciones del resucitado y debemos ser valientes para “predicar y proclamar” que las apariciones de Jesús a los suyos no pueden ser entendidas como una vuelta a esta vida para que los suyos lo reconocieran. Se hizo presente de otra manera y ellos lo experimentaron tal como eran ellos y tal como sentían. Esto es lo que pasa en estas experiencias extraordinarias en las que Dios interviene. Jesús no podía comer, porque un resucitado, si pudiera comer, no habría resucitado verdaderamente. Las comidas de las que se quiere hablar en nuestro texto hacen referencia a las comidas eucarísticas en las que recordando lo que Jesús había hecho con ellos, ahora notan su presencia nueva. En definitiva: la “corporeidad” de las apariciones de Jesús a sus discípulos no es material o física, sino que reclama una realidad nueva como expresión de la persona que tiene una vida nueva y que se relaciona, también, de forma nueva con los suyos. Esta capacidad nueva de relación de Jesús con los suyos y de éstos con el resucitado es lo que merece la pena por encima de cualquier otra cosa.

El suicidio de Occidente. La renuncia a la transmisión del saber (Alicia Delibes Liniers)

Desde hace unos años, está cada vez más a la vista que nuestros niños salen de las escuelas con graves deficiencias en comprensión lectora, muchos razonan sin discernimiento y pasan de curso sin haber aprobado. Se les nota aburridos y sin rumbo, buscando sentido en un sistema que dice que la educación de las emociones lo es todo. ¿Qué ha pasado para que los sistemas educativos de los países occidentales, y España con ellos, estén inmersos en el creciente desprecio a la transmisión de los conocimientos en las aulas de sus escuelas e institutos? 

Alicia Delibes, que conoce como pocos la educación desde la práctica y la gestión política con la experiencia acumulada de más de cincuenta años dedicada a la enseñanza, repasa en El suicidio de Occidente todos los pensadores y las teorías que, en los últimos 250 años, se han dedicado a la educación en Occidente. Explica cómo y quién controla las «líneas de suministro» de los futuros ciudadanos y cuál es la historia y el presente del plan que pretende neutralizar la base de nuestra civilización.

Este libro ofrece una imagen clara de cómo poco a poco sucedió la decadencia de la educación occidental desde Francia hasta los EE.UU., pasando por España; desde personajes como Rousseau hasta el wokismo y la Ley Celaá, con la esperanza de que los padres, profesores y personas interesadas en la educación entiendan de dónde viene esta crisis y la puedan detectar y afrontar lo antes posible.

«Quizá sea ya tarde para impedir la consumación del cataclismo en la enseñanza, pero el diagnóstico que nos ofrece Alicia Delibes resulta tan exacto como claramente expuesto. Comprender no equivale a arreglar, pero consuela lo suyo». Jon Juaristi

Autora: Alicia Delibes Liniers
Editorial: Encuentro
360 páginas
ISBN 978-84-1339-184-7
Precio: 22 euros (papel), 9,99 euros (ebook)

Los dones de la PAZ y de la FE Jn 20,19-32 (PAB2-24)

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech 2,42-47). En este “sumario”, incluido en el libro de los Hechos de los Apóstoles, se resume el ideal de la comunidad de los discípulos de Cristo que se reunían en Jerusalén.    

Con el salmo responsorial nosotros confesamos públicamente la bondad de Dios, proclamando: “¡Eterna es su misericordia!” (Sal 117)

En este domingo que Juan Pablo II quiso dedicar a la meditación de la misericordia de Dios, recordamos que Dios, Padre misericordioso, nos ha hecho nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Podemos gozar de una esperanza viva (1Pe 1,3-9).

EL RESUMEN DEL EVANGELIO

Apenas resucitado, Jesús se manifiesta a sus discípulos, que se han encerrados en una casa por miedo a los judíos (Jn 20,19-31). El Maestro no viene a reprenderles por su abandono y su cobardía, sino que les desea la paz y les encarga que transmitan su perdón.

• “Hemos visto al Señor”. Con ese anuncio reciben a Tomás, que estaba ausente en el momento de la manifestación de Jesús. Ya no podían sentirse huérfanos. Esa experiencia era fundamental para orientar su nueva vida.   

• “Hemos visto al Señor”.  Antes habían escuchado la enseñanza del Maestro y ahora lo habían visto resucitado. Ese era el núcleo del mensaje que deberían proclamar por todo el mundo. Con razón comenzaban por compartirlo con Tomás.   

• “Hemos visto al Señor”. Ese es el resumen del Evangelio, que fundamenta nuestra fe.  El anuncio comenzaba allí, pero había de extenderse a lo largo de los siglos. Todos los seguidores del Maestro hemos de repetirlo en todos los tiempos y en todos los lugares.  

LA LECCIÓN SOBRE LA FE

Con demasiada frecuencia se califica a Tomás como el discípulo incrédulo. Se olvida que era el único que parecía dispuesto a subir con Jesús a Jerusalén. Ahora le asombra que los que se resistían a seguirle hasta su muerte se apresuren ahora a cantar su resurrección. Pero el Maestro le dirige una lección inolvidable sobre la fe

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Al recibir a María, su pariente Isabel la había proclamado dichosa por haber creído lo que le había comunicado Dios. Dirigiéndose a Tomás, Jesús proclama dichosos a todos los que crean en él.  

 • “Dichosos los que crean sin haber visto”. Son bienaventurados todos los que han llegado a creer en Jesús a través del testimonio de los apóstoles. Son dichosos porque han recibido la enseñanza de los testigos de la vida y la palabra del Maestro. 

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Hoy damos gracias porque hemos podido escuchar el testimonio de los que vieron al Señor y acogieron su palabra como la luz que brilla en las tinieblas.  

¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba Jn 20,19-31 (PAB2-24)

 1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, "dan que pensar", como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

2. El "soplo" sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, "Pentecostés" es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

3. La figura de Tomás es solamente una actitud de "anti-resurrección"; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del "encuentro") como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se "encontrará" con el Señor. Esa no es forma de "ver" nada, ni entender nada, ni creer nada.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una *imagen+, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y exp